No me lo creo. Que al despegar tu puño de sus caras no sientas tú el dolor. Que al quitarte el casco no te ciegue la luz del Sol. Que al volver a tu casa te quede corazón suficiente, como para besar a tu mujer, como hacen las personas. Como si fueras de los nuestros.
Los sauces inclinados junto a la ciénaga, el gran casco varado y el tronco flotando, ¡Con la vida comenzó el dolor!
Veo al novelista como a una combinación de detector de metales y orfebre. El novelista debe descubrir el potencial, la mina de oro, del alma del hombre, debe extraer el oro y entonces crear una corona tan magnífica como su habilidad y su visión se lo permitan.
Cuando se inicia y desencadena una guerra lo que importa no es tener la razón, sino conseguir la victoria