Sucede que la escritura se comporta de forma semejante al cuadro vuelto contra el muro, al descubrir inopinadamente, tras la oscuridad, su certeza, e incluso una sorprendente revelación o correspondencia, aunque a veces, en penosa parada, el vacío de la mente impide tornar la página para poblar el lugar predestinado.
Para las masas en su existencia más honda, inconsciente, las fiestas de alegría y los incendios son sólo un juego en el que se preparan para el instante enorme de la llegada de la madurez, para la hora en la que el pánico y la fiesta, reconociéndose como hermanos, tras una larga separación, se abracen en un levantamiento revolucionario.