La mayoría de los hombres que rodeaban entonces a Perón creyeron que yo no era más que una simple aventurera. Mediocres al fin, ellos no habían sabido sentir como yo quemando mi alma, el fuego de Perón, su grandeza y su bondad, sus sueños y sus ideales. Ellos creyeron que yo calculaba con Perón, porque medían mi vida con la vara pequeña de sus almas
Para quedar a salvo de las mediciones abusivas hay que medir a los medidores con la misma vara con la que nos miden
Saca primero la viga de tu ojo, para que puedas sacar la paja del ojo ajeno
Como muñecas mecánicas se puede ver el mundo con ojos de porcelana y dormir año tras año, en una caja de terciopelo entre paletas y tul con el cuerpo relleno de paja se puede, a cada escandalosa caricia, sin ninguna razón gritar: ¡Oh, que feliz soy!