Todo lo que ella hizo o deshizo, por disparatado que pareciese a un observador con prejuicios, fue hecho con lo que se deben hacer las cosas, es decir, con valor y sin temor a las consecuencias. Es esta forma, cada quien tiene el derecho de obrar cono le parezca. Pero echarse al agua a nadar y no querer al mismo tiempo mojarse la ropa, esto, Gerardo, es imposible.
En el fondo siente el temor de no saber a dónde vamos, pero eso es lo que nos une.
No puedo creer en la inmortalidad del alma... No, todo lo que se dice sobre la existencia después de la tumba está mal. Es sólo el producto de nuestra tenacidad hacia la vida... Nuestro deseo de seguir viviendo... Nuestro pavor de llegar a un final.
Estrechez de espíritu: en realidad no admito nada del otro, no comprendo nada. Todo lo que, del otro, no me concierne, me parece extraño, hostil; experimento entonces respecto de él una mezcla de pavor y de severidad: temo y repruebo al ser amado, desde el momento en que ya no pega con su imagen. Soy solamente liberal: un dogmático doliente, en cierta manera.
¿Qué habrá en el fondo del ánimo del centenar de jaliscienses que ven con fobia la moda capitalina de la unión de personas del mismo sexo? ¿Temen que su familia se contamine? ¿O simplemente han perdido el respeto que nos merecen todos los seres humanos?
Inclinó hacia atrás el blanco cuello que se dilataba con un suspiro y desfallecida, deshecha en lágrimas con una largo estremecimiento y tapándose la cara, se entregó.
Le creció entonces en el alma un estremecimiento de dignidad: ya era oficial y no quería rebajar su categoría.
Recuerden... Que los verdaderos derechos se deben conquistar, que es necesario vencer los conservadores, rutinarios retrógrados, los temerosos de lo nuevo, los amantes del pasado, que es necesario vencer el temor de los políticos que ven con recelo esa incógnita que encierra el voto femenino (y tal vez sea éste el mayor obstáculo).
Tengo recelo del Gobierno y desconfío de los políticos; pero como es preciso tener un gobierno prefiero que sea democrático
El corresponsal se preguntaba sinceramente, en nombre del sano juicio, cómo era posible que hubiese gente que considerase divertido remar en un bote. No era una diversión; era un castigo diabólico, y hasta un genio en aberraciones mentales no podría inferir jamás que se tratase de otra cosa que de un horror para los músculos y un crimen contra la espalda.
El horror de aquel espectáculo, la ignorancia de los circunstantes sobre cómo había acaecido la desgracia y, ante todo, el tremendo fenómeno que tenía ante él, dejaron al príncipe sin habla.
La habitual indiferencia de que alardeaban los detectives de homicidios quedaba superada por la emoción del momento. Me sorprendió su apasionamiento. No comprendía exactamente si aquella atrocidad por sí sola había conmovido sus sentimientos o si la naturaleza religiosa del ofensivo objeto contribuía a su reacción.
Buscar la felicidad es una monstruosidad que se paga
La monstruosidad fea y deformada de los extraterráqueos, es fantasía humana. ¡No existe!
¿No cree usted que tenemos para enseñar una enormidad de cosas en las que nosotros mismos no creemos?
Llego a preguntarme a veces si las formas superiores de la emoción estética no consistirán, simplemente, en un supremo entendimiento de lo creado. Un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la falena, y entonces se sabrá con asombro que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema.
En el asombro hay siempre un elemento positivo de plegaria.