El abogado es un hábil caballero que se ocupa de cuidar nuestros bienes de nuestros enemigos para poder quedárselos él.
Me acuso de candor, de haber preferido siempre la inteligencia a la lealtad, de haberme dejado seducir por el brillo de los inteligentes, de no cuidar la fidelísima fidelidad de los fieles
Es preciso vigilar los deseos del cuerpo, pues el cuerpo pide placeres vanos, efímeros y deplorables, que si no se regulan con gran moderación irán a parar a la sensación opuesta.
Porque además de vigilar el orden, la paz, la justicia y la democracia al igual que un presidente, un Príncipe tiene que velar por la belleza y la tradición, por la elegancia.
La serenidad es el gran y verdadero antídoto contra la angustia y el temor, y hoy, la habitación del hombre debe propiciarla. En mis proyectos y en mis obras no ha sido otro mi constante afán, pero hay que cuidar que no la ahuyente una indiscriminada paleta de colores. Al arquitecto le toca anunciar en su obra el evangelio de la serenidad.
Además de las otras cosas que hago para cuidar del yo, el tú y el nosotros, invierto en mí mismo y en los demás ese minuto extra ¡Y esa es toda la diferencia!
El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obre bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal.
Por economía, entendemos la actividad previsora de los hombres dirigida a cubrir sus necesidades materiales; por economía nacional, la forma social de esta actividad.
Me da un ataque de histeria: ¿Por qué hay que esconder a mi marido? ¿Quién es? ¿Un asesino? ¿Un criminal? ¿Un preso común? ¿A quién enterramos?. Mamá me dice: Calma, calma, hija mía. Y me acaricia la cabeza, me toma de la mano. El coronel informa por la radio: Solicito permiso para dirigirme al cementerio. A la esposa le ha dado un ataque de histeria...
Otras manos lo han intentado, sólo las tuyas me han encontrado. Ya no puedo esconder el querer sentirte al amanecer.
Es de mentirosos disimular el odio, y de necios divulgar chismes.
Los hombres de esta raza se esfuerzan por ocultar su temor aun entre ellos mismos. Los guerreros ríen y se chancean con exageración y hacen un despliegue irrazonable de conducta despreocupada. De este modo prueban lo contrario y la verdad es que su intento de disimular es infantil, tan ostensible es su comedia de no ver la verdad.
Clínicamente se emplea para atenuar la amnesia senil, pero la calle da su propio uso a las cosas.
Lo impulsaban a luchar el deseo de saber y el amor a la verdad, el espíritu de aventura teórica, y el anhelo de consolarse y atenuar la atmósfera de aflicción que lo cubría y la sensación de soledad que se ocultaba en lo hondo de su alma.
El arte de la pintura consiste en aclarar y oscurecer los tonos sin decorarlos.
Pensar que los buenos tiempos son cosa del pasado sería un fracaso personal. Y un suicidio creativo. Y un error. Piense que, en la época de las cavernas, el arte consistía en manchar las paredes con mierda... De modo que, con todo, hemos ido a mejor.
La vida de los hombre no se puede manchar por presunciones que no reposan en el conocimiento de la verdad*
Hace falta estar ciego, tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio, cal viva, arena hirviendo, para no ver la luz que salta en nuestros actos, que ilumina por dentro nuestra lengua, nuestra diaria palabra.
Yo tengo un volumen propio de lectores que hace que para un editor publicarme sea un negocio. Con cierta soberbia, te puedo decir que me importa un pomo Clarín, La Nación, Página/12... No tengo nada que ver con todo eso
¿Hay algo más triste que un tren que sale cuando se supone, que tiene una sola voz, sólo una ruta. No hay nada más triste. Excepto, tal vez un caballo de carro, Encerrado entre dos ejes E incapaz hasta de mirar hacia los lados
Nunca se debe mirar a una persona que duerme. Es como sí abriéramos una carta que no ha sido dirigida a nosotros.
La gente perdona los errores, porque los errores suelen ser cosas de la mente, del juicio. Pero no se perdonan fácilmente los errores del corazón, la mala intención, los malos motivos, la justificación que por orgullo pretende encubrir el error.
Si hay violencia en nuestros corazones, es mejor ser violentos que ponernos el manto de la no violencia para encubrir la impotencia