Porque además de vigilar el orden, la paz, la justicia y la democracia al igual que un presidente, un Príncipe tiene que velar por la belleza y la tradición, por la elegancia.
Tal es el modo de velar por el orden: hay quienes deben cooperar a él, porque, si no, no pueden vivir, y los que aun así podrían vivir son marginados porque no quieren cooperar.