Las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan se marchitan cuando las toca la sucia rutina.
La edad arruga la piel pero renunciar al entusiasmo arruga el alma.
Y nosotros pasamos, como sobre un cutis que ama al contacto de una caricia, corre un tropel de mil vidas sensitivas, que nacen, gozan, sufren y mueren.
El pudor es la epidermis del alma.
El aburrimiento es como un zoom despiadado sobre la epidermis de tiempo.