Una capital, por el contrario, se abre a las mercancías, a las ideas, a los emigrantes, da publicidad a sus últimos caprichos. La provincia detestaba semejante obscenidad. Ese pretendido lustre le parecía una baratija se tomaba tiempo para asimilar lo que venía de fuera
El amor que propone Jesús es gratuito e ilimitado y por ello muchos consideran, a Él y su enseñanza, un delirio, una locura y prefieren conformarse con la mediocridad ambigua
La mediocridad no se imita.