Me senté, mirando aquel paisaje rico en bosques, refulgente con la luz majestuosa y melancólica que a cada momento disminuía más. Los rincones de la habitación se encontraban ya en sombras. Todo oscurecía y la lobreguez insensiblemente afinaba mi mente, de por sí preparada para lo siniestro. Esperaba a solas su llegada, que no tardó en ocurrir.
El hombre noble debe ser tardo en el hablar y rápido en el obrar.
¡Ay de quien trabaje esperando la alabanza del mundo! el mundo es un mal pagador y paga siempre con la ingratitud