Amistad, don del cielo, deleite de las grandes almas; amistad, cosa que los reyes, que tanto se distinguen por su ingratitud, no tienen la dicha de conocer.
Lo respetaba, pero no le hacía ninguna concesión y, algunas veces con un deleite especial y maligno, le hacía sentir que él también estaba en sus manos.
Ha visto que el reino de este mundo está lleno de poder, belleza, guerra, una radiante corteza que se levanta rodeando fuegos centrales, entretejidos con los cielos que han descendido. Los hombres, declarando que los inspira, actúan llenos de gozo en la superficie terrestre, teniendo los más agradables torneos con otros hombres, felices, no porque son varoniles sino porque están vivos.
Si quieren este cargo, pueden quedárselo. No me causa demasiado gozo tenerlo
Antes y después de la civilización, cuando se tiene o ya no se tiene el gusto por los goces intelectuales, se busca la representación de objetos sensibles: los pueblos empiezan y terminan con gladiadores y marionetas: los niños y los viejos son pueriles y crueles.
Las pasiones son al gusto lo que el hambre canina al apetito.
Hombre que vais por el mundo: atended y entended. El tiempo de la confusión es ya en ustedes. Aún resta un tiempo... Comprende, observad, entended. Ya la gente cayó en la imitación pueril, en el vulgar inicuo, en la jactancia banal, en la ignorada desvergüenza; desubicada corre tras el oro por él robará, estafará, la ganará, en bien o mal hasta él... ¡Basta! El oro en castigo: ¡caerá!
Yo no dudo, los soldados no dudan. La duda es una jactancia de los intelectuales
Nadie nunca alcanzó, y ni siquiera podrá, alcanzar un grado de civilización digno de la simple satisfacción de las necesidades materiales...
Cuando llegue usted a pedir llevando en sí la plena seguridad de lograr su deseo, la demanda y la satisfacción coincidirán en un solo instante.
Para mi, buscar la sencillez y lucidez es un deber moral de todos los intelectuales; la falta de claridad es un pecado y la presunción un crimen.
Como Antístenes, filósofo cínico, tuviese la capa rota y la anduviese enseñando a todos, díjole Sócrates: Por la hendidura de tu capa conozco tu vanidad. Quiso dar a entender que peor era aquella presunción que tenía enseñando su capa rota, que si trajera una vestidura más rica.
La fiesta de los toros es la indiferencia del hoy, nostalgia del ayer y esperanza del mañana
Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña, ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios serán favor tan misterioso como mirar tu sueño implicado en la vigilia de mis brazos.