Si hay algo seguro en este apestoso estercolero del mundo, es el amor de una madre. Tu madre te trae al mundo; te lleva primero dentro de su cuerpo mismo. ¿Qué es lo que sabemos acerca de sus sentimientos? Pero, sea lo que sea, lo que ella siente es, por lo menos, algo verdadero.
Desde hace tiempo España ha entrado en un proceso de putrefacción, y la situación se agrava en el caso de Cataluña. Este núcleo putrefacto ha conseguido que el ciudadano quede desactivado y se sitúe al margen de cualquier acción pública: sólo se le utiliza como carne de cañón en manifestaciones
Es imposible imaginar un espectáculo más nauseabundo que el del plagiador.
Considero al ecléctico como un ser altamente perjudicial para el triunfo de toda idea grande.
Hay un gran árbol; su tronco es tan grueso que sería muy difícil cortarlo. Ahí sigue al borde del camino. Los carpinteros que pasan por allí ni se dignan mirarle, pero muchos viajeros se cobijan bajo su enorme sombra. Así es el Sabio: de tan grande deviene en inútil, pero muchos se cobijan bajo sus palabras. ¿Por qué, entonces, va a ser perjudicial y malo no servir para nada?
Cuando un juicio no puede enunciarse en términos de bien y de mal se lo expresa en términos de normal y de anormal. Y cuando se trata de justificar esta última distinción, se hacen consideraciones sobre lo que es bueno o nocivo para el individuo. Son expresiones de un dualismo constitutivo de la conciencia occidental.
Nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración.
Creo que el ateísmo es tan pernicioso como la superstición.
Que el mundo tiene sólo una significación física y no moral es el mayor error y el más pernicioso error fundamental, la verdadera perversidad del pensar, y en el fondo, es también lo que la fe ha personificado como el anticristo.
El instinto es un consejero leal; en tanto que la pedantería es un aire mefítico que ahoga los buenos sentimientos
La literatura. A lo que no tenga encanto y cierta serenidad no podremos llamarlo literatura. Incluso en la crítica debe hallarse alguna amenidad; si falta por completo, entonces ya no es literatura. En los periódicos encontramos todo el tiempo esta repelente controversia. Donde no hay ninguna delicadeza no hay literatura.
Como humorista profesional, recibo a menudo cartas de lectores interesados en la naturaleza básica del humor. '¿Qué clase de persona enferma, perversa y repelente eres...?', suelen preguntar, '¿... que hace chistes sobre prender fuego a una cabra?