Sinónimos de mirra

Francamente, estaba horrorizado con la vida, con lo que un hombre tenía que hacer simplemente para comer, dormir y mantenerse vestido. Entonces me quedaba en la cama y bebía. Cuando bebía el mundo aún estaba allí afuera, pero por el momento no te tenía agarrado del cuello.

Para consultar la Wikipedia hay que ser un ceporro o un agarrado

Yo soy la Codicia, engendrada por un avaro en un viejo bolsón de cuero, y, de cumplirse mis deseos, haría que esta casa y cuantos en ella hay se convirtieran en oro para poder encerrarlos en mi buen cofre. ¡Oh, mi dulce oro!

El avaro carece tanto de lo que tiene como de lo que no tiene.

Solo aquél que esté convencido de que no se desintegrará aunque el mundo, desde su punto de vista, sea demasiado estúpido o demasiado mezquino para merecer lo que él pretende ofrecerle, sólo aquel que sea capaz de decir ¡A pesar de todo!; tiene vocación política.

¡Qué mezquino el corazón que no sabe amar! Si no estás enamorado, ¿cómo puedes gozar con la deslumbrante luz del sol o la suave claridad de la luna?

... el miserable trae en su misma miseria una carta de recomendación de Dios para su semjantes.

El contemplar una vida que una pasión violenta -de la índole que sea- ha vuelto miserable es siempre algo más instructivo y altamente moral. Eso rebaja, con una ironía aullante, tantas pasiones banales y manías vulgares, que uno queda satisfecho al pensar que el instrumento humano puede vibrar hasta ese extremo y subir hasta tonos tan agudos.

Yo creo que la melancolía es el estado de locura del arte. De revelación e inspiración. Es Hamlet con la calavera en la mano.

Todo lo que haces es encaminarte derecho a la tumba, un rostro cubre el esqueleto por un tiempo. Extiende esa cubierta del cráneo y sonríe

El esqueleto de la ciencia son los hechos, pero los músculos y los nervios son el significado que se les confiere, y el alma de la ciencia son las ideas.

El incienso como este verso que escribo mitad ceniza y mitad humo.

A medida que pasaban los subvertigueros les rompían en la cabeza globitos de cristal muy delgado llenos de agua lustral y les hincaban en los cabellos bastoncillos de incienso encendidos que ardían con llama amarilla en los hombres y violeta en las mujeres.