Un atisbo de brutalidad destacaba la delicadeza de la mandíbula y la vitalidad de la sonrisa.
La brutalidad contra un animal es crueldad hacia la humanidad, lo único que cambia es la víctima.
Se diría que el indio gozaba con esta vida de inquietud y peligro, que su naturaleza fuerte y bravía necesitaba de estas persecuciones violentas, en las que, mientras sus perseguidores desplegaban toda la habilidad de un cazador apasionado, él desplegaba toda la ferocidad del tigre y toda la astucia del zorro.
Cuando un hombre quiere matar un tigre, se llama deporte; cuando un tigre quiere matar a un hombre se llama ferocidad
Nadie puede concebir la angustia que sufrí durante el resto de la noche, que pasé, frío y mojado, a la intemperie. Más no notaba la inclemencia del tiempo. Tenía la imaginación asaltada por escenas de horror y desesperación.
La habitual indiferencia de que alardeaban los detectives de homicidios quedaba superada por la emoción del momento. Me sorprendió su apasionamiento. No comprendía exactamente si aquella atrocidad por sí sola había conmovido sus sentimientos o si la naturaleza religiosa del ofensivo objeto contribuía a su reacción.
Dondequiera que vas la estupidez y la crueldad te siguen. Me da pereza encerrar eso en versos. Como dijo el poeta: En cualquier elemento... ¡Qué lejos vio desde sus marismas natales! Yo agregaría: en cualquier latitud.
A veces me preguntan: ¿Por qué inviertes todo ese tiempo y dinero hablando del respeto a los animales, cuando existe tanta crueldad hacia el hombre? A lo que yo respondo: Estoy trabajando en las raíces.