Los que se enzarzan en una competencia de agresividad pierden su razón y, lo que es más evidente, su fuerza. El que está seguro de algo no tiene que levantar la voz ni exaltarse.
La Organización de las Naciones Unidas se dedica a la paz mundial, y sus estatutos claramente prohíben el uso de la fuerza en escala internacional. No obstante, la ola de agresividad sigue creciendo. La influencia que los estatutos ejercen ha disminuido aún en el transcurso de los cuatro años que han pasado desde que se celebró la primera sesión especial sobre el desarme
Para saber hasta donde llega la crueldad de esos encantadores seres que nuestras pasiones enaltecen tanto, es necesario ver a las mujeres entre ellas
Dondequiera que vas la estupidez y la crueldad te siguen. Me da pereza encerrar eso en versos. Como dijo el poeta: En cualquier elemento... ¡Qué lejos vio desde sus marismas natales! Yo agregaría: en cualquier latitud.
La habitual indiferencia de que alardeaban los detectives de homicidios quedaba superada por la emoción del momento. Me sorprendió su apasionamiento. No comprendía exactamente si aquella atrocidad por sí sola había conmovido sus sentimientos o si la naturaleza religiosa del ofensivo objeto contribuía a su reacción.
Su mera presencia se me antojó una estratagema propagandística en favor del vacío moral del universo y la brutalidad mecánica con que éste destruía las piezas que ya no les resultaba útiles
Seguramente, el hombre es el rey de los animales, pues su brutalidad supera a la de éstos.
La inhumanidad del hombre hace que el mundo se mantenga de luto.
La inhumanidad es perenne.
Cuando la parálisis de la masculinidad es más intensa, el sadismo (el uso de la fuerza) se convierte en el principal (y perverso) sustituto de la masculinidad. Si la sexualidad femenina está debilitada o pervertida, se transforma en masoquismo o posesividad.
Para purgarse de la propia infelicidad, el público se convierte en un espectador sediento de sangre, y cada uno saca de la violencia el bálsamo de la piedad, la atracción del sadismo o el remedio del dolor.
Dos cosas me admiran: la inteligencia de las bestias y la bestialidad de los hombres.
Se dice que las palabras distinguen al hombre de las bestias, pero es la palabra precisamente la que revela muchas veces la bestialidad de algún hombre.
La ira se halla también en otros animales; la sabiduría, sólo en el hombre
Un hombre furioso y bestial se dejará llevar hasta el asesinato, porque se hallará saturado de vino o furioso, inspirado por la ira o el alcohol. Es malo. Ignora el placer de matar, la caridad de dar muerte como una caricia, de hacerla intervenir en juegos que son como los de las fieras distinguidas: los gatos, los tigres, abrazan a sus presas lamiéndolas al mismo tiempo que las magullan.
¿No cree usted que tenemos para enseñar una enormidad de cosas en las que nosotros mismos no creemos?