Soy un efímero y no demasiado descontento ciudadano de una metrópoli creída moderna porque todo gusto conocido ha sido evitado en los mobiliarios y en el exterior de las casas así como en el trazado de la ciudad.
Madrid es una urbe donde nadie te da lata con las cuestiones identitarias.
Nuestra historia empieza en una colonia aristocrática de cualquier urbe populosa y moderna: México, Nueva York, París...En todas ellas existen familias ricas que gozan de comodidades y lujos. Sin importarles o ignorando que el mismo cielo ampara también a muchos desheredados de la vida y la fortuna.
No hay globalidad que sirva, sin localidad que valga.
En el valle hay un sólido puente de hierro que el tren atraviesa sin cambiar de llanura, rumbo a otra localidad exactamente igual a nuestro pueblo. Bajo el puente hay nieve en invierno y sombra en verano. Jamás se ve agua en el fondo. El río no se preocupa del puente; discurre a su lado.
Que un día pase formar parte del código de honor del oficial alemán el principio por el cual la rendición de un distrito o una población resulte impensable.
Claro que algunos rotosos que se revientan de hambre, por envidia de seguro, quisieran de que esto cambie. A la población les digo: Dejad que los perros ladren.
El mejor gobierno es el que desea hacer feliz al pueblo y sabe cómo lograrlo.
Hoy el suelo pertenece a minorías que impiden al pueblo cultivarlo. Las minas trabajadas por tantas generaciones también pertenecen a unos pocos que limitan la extracción del carbón o lo prohíben. La maquinaria es propiedad de algunos, y si los nietos de su inventor reclamaran los derechos, serían fusilados