He aprendido a no desdeñar lo que creen los demás, por raro que parezca. Procuro mantener un criterio abierto, y no son las cosas ordinarias de la vida las que podrían cerrármelo, sino las cosas extrañas, las cosas extraordinarias, las que le hacen dudar a uno si estará loco o en su sano juicio.
Ésa es natural condición de mujeres -Dijo don Quijote- desdeñar a quien las quiere y amar a quien las aborrece.
Después de todo, ironizar es ausentarse.
Uno se reprocha muchas cosas y cree que la libertad está en malgastar la vida y maltratar el cuerpo, y no se da cuenta que es la manera de castigarse porque está inconforme con lo que hace.
He aprendido a nunca ridiculizar la opinión de cualquier hombre, por extraña que pueda parecer.
Es empresa vana tratar de ridiculizar a un necio rico: las carcajadas están de su parte.
Un hombre sin subconsciente no es el compañero ideal. Se esconde la mayor parte de su vida en la oscuridad de algunos de sus propios pensamientos ocultos, y surge sólo para insultar, burlarse y aumentar la miseria de una miserable hora.
Torear es desengañar al toro, no engañarlo. Burlarlo, que no es burlarse de él