Ciudad es ante todo plaza, ágora, discusión, elocuencia. De hecho, no necesita tener casas, la ciudad; las fachadas bastan. Las ciudades clásicas están basadas en un instinto opuesto al doméstico. La gente construye la casa para vivir en ella y la gente funda la ciudad para salir de la casa y encontrarse con otros que también han salido de la suya
Hoy, afrontamos esencialmente la misma elección que afrontamos en 2000, aunque eso puede parecer más obvio ahora. John McCain, un hombre que se ha ganado nuestro respeto en muchos niveles, ahora está apoyando públicamente las políticas de la casa Blanca de Bush-Cheney y prometiendo continuarlas realmente, las mismas políticas otra vez.
En el mundo hay muchísimas Beth, tímidas y tranquilas, sentadas en rincones hasta que alguien las necesita y que viven para los demás tan alegremente, que nadie se da cuenta de los sacrificios que hacen hasta que el grillo del hogar cesa de chirriar y desaparece el dulce rayo de sol, dejando atrás silencio y sombra.
Un gato es el símblo del hogar porque el gato no vive con nosotros: la casa es de él y nosotros somos uno más de los objetos que gravitan en torno a su pausada elegancia.
El gusto en literatura se ha vuelto tan doméstico y la aprobación tan dependiente del placer que, para empezar, buscamos al autor en un libro, y en el autor, sus pasiones y sus humores; si éstos son parecidos a los nuestros, los apreciamos; si son distintos, los rechazamos.
El buen lenguaje clásico llamaba doméstico a todo hombre que servía. Y era justo. El hábito de la servidumbre trae consigo sentimientos de domesticidad, en los cortesanos lo mismo que en los pueblos.
Recuerdo que, a la muerte de Pío XII, nos decíamos: ¿quién podría alcanzar sus cotas de sublimidad y trascendencia? Entonces vino Juan XXIII, un anciano regordete y bajito que al sentarse mostraba los pantalones debajo de las vestiduras sagradas. ¡Y ese hombre rústico nos trajo la renovación de la Iglesia!
Escribir una novela es como bordar una tapicería con hilos de muchos colores: es un trabajo artesanal de cuidado y disciplina.
Sólo hasta un cierto grado la propiedad hace al hombre más independiente y libre; pero en un grado más la propiedad se convierte en amo y el propietario en esclavo.
Al igual que P2Pnet.net, InfoAnarchy.org contiene una impresionante cantidad de información original escrita por el propietario Erik Möller
El hombre de hoy usa y abusa de la naturaleza, como si hubiera de ser el último inquilino de este desgraciado planeta, como si detrás de él no se anunciara un futuro
El administrador ayuda a los demás a verse como son. El líder los ayuda a verse mejores de lo que son.
Recuerdo que, a la muerte de Pío XII, nos decíamos: ¿quién podría alcanzar sus cotas de sublimidad y trascendencia? Entonces vino Juan XXIII, un anciano regordete y bajito que al sentarse mostraba los pantalones debajo de las vestiduras sagradas. ¡Y ese hombre rústico nos trajo la renovación de la Iglesia!
Escribir una novela es como bordar una tapicería con hilos de muchos colores: es un trabajo artesanal de cuidado y disciplina.
Estoy cansado de estar vivo, aunque más cansado sería el estar muerto; estoy cansado del estar cansado entre plumas ligeras sagazmente, plumas del loro aquel tan familiar o triste, el loro aquel del siempre estar cansado.
Era el hijo menor, y la tradición familiar mandaba a los hijos menores a una iglesia u otra, donde no pudieran hacer mucho daño en el aspecto físico. Pero el exceso de lectura se había cobrado su precio. William descubrió que ahora rezar le parecía una forma sofisticada de suplicarle a las tormentas.
Sólo hasta un cierto grado la propiedad hace al hombre más independiente y libre; pero en un grado más la propiedad se convierte en amo y el propietario en esclavo.
Todo propietario aprende ya desde un comienzo y con sufrimientos: la confianza es buena, pero ha de haber control.
El administrador ayuda a los demás a verse como son. El líder los ayuda a verse mejores de lo que son.
Los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo
Me voy de la casa junto al ruiseñor ¡Cuídala caracol!