Si yo pudiera recordar el nombre de todas estas partículas habría sido botánico
Si un Dios crea un mundo de partículas y de ondas, bailando en obediencia con las leyes matemáticas y físicas... ¿Quienes somos nosotros para decir que él no puede hacer uso esas leyes para cubrir la superficie de un planeta pequeño con criaturas vivas?
Sofía.- Mucho trabajo tienes, Mercurio, si quieres contarme todos estos pormenores de la disposición que fectúa el padre Júpiter; al querer hacerme escuchar todos estos decretos particulares uno por uno me recuerdas a alguien que quisiera llevar la cuenta de los granos de arena de la tierra.
Pero Adrián no se fijaba en los seres humanos. Ávido, llenaba sus pulmones con el aire puro que surgía de la arena recientemente regada y se confundía, como en un bálsamo, con el olor de las flores.
El incienso como este verso que escribo mitad ceniza y mitad humo.
Mis viajes más bellos, los más dulces, los he hecho al calor del hogar, con los pies en la ceniza caliente y los codos reposando en los brazos desgastados del sillón de mi abuela [...]. ¿Por qué viajar si no se está obligado a ello? [...]. Es que no se trata tanto de viajar como de partir; ¿quién de nosotros no tiene algún dolor que distraer o algún yugo que sacudir?