La inmensa mayoría de las biografías humanas son un grisáceo relato que se desarrolla entre espasmos domésticos y el olvido.
Mi alma feliz es como nuestro cuarto cálido cuando sé que está nevado y las calles se visten de blanco.
Los árboles del bosque profundo y oscuro se estremecen, agitan sus hojas como envoltorios de papel de plata gastada. El viento artero, serpenteando por sus copas, susurra que pronto dará comienzo. Los árboles lo saben. Son antiguos y ya han visto de todo.
El Banco de Córdoba es un holograma. Para lo único que está es para prestarle plata a Nalbandián y que firme pelotitas de tenis.