Una nación desarrolla de ordinario sus intereses en la misma dirección de sus aspiraciones políticas y los individuos se aprovechan hábilmente de esta circunstancia para servir a la vez a la patria y a su bolsillo particular.
Cuando nuestro espíritu alcanza cierto grado de cualidad que llamamos la conciencia sutil, ya no puede morir, en el sentido ordinario de la palabra.
El libertino más ramplón ha soñado alguna vez con sultanas, y todos los notarios llevan dentro de sí las ruinas de un poeta
Para dos intuitivos el lenguaje es un obstáculo, un burdo impedimento.
La impresión que tuve la primera vez que fui a Inglaterra es que, quitando las elites de las grandes ciudades y a Newton y Darwin, son unos bárbaros. Claro que eso es mucho quitar, pero los ritos antiguos, las familias comiendo un pedazo enorme de pierna de cordero, el modo de comportarse, el tipo burdo de trato... Y no digamos los alemanes.
Si el hombre no debe ahogar sus sentimientos, tendrá entonces que practicar la amabilidad hacia los animales, ya que aquel que es cruel con los animales se vuelve tosco en su trato con los hombres. Se puede juzgar el corazón de un hombre por su trato a los animales
Tal vez acá y allá, algún tosco piloto cargado de años, metido en su rincón y del que nadie se preocupa, pueda hacer en secreto unos sondeos con una cuerda vieja y una plomada, y murmurar palabras de aviso que el capitán y los marineros no escuchen por estar demasiado ocupados.
Siempre supe que algún día volvería a sentir la hierba bajo mis pies y caminaría bajo el sol como un hombre libre...
Nada extraño, pues, que, bajo pretexto de la religión, la masa sea fácilmente inducida, ora a adorar a sus reyes como dioses, ora a execrarlos y a detestarlos como peste universal del género humano.
Me gustaría disculparme, retractarme y fustigarme a mí mismo públicamente hasta obtener el perdón de las personas a las que de manera involuntaria hubiese o hubiera podido ofender a través de mi personaje Torrente, un ser despreciable, mezquino, mal cristiano, mala persona, guarro, zafio y grasiento, con el que, insisto, una vez más, no comparto ninguna de sus opiniones o visiones del mundo.
Recuerdo que, a la muerte de Pío XII, nos decíamos: ¿quién podría alcanzar sus cotas de sublimidad y trascendencia? Entonces vino Juan XXIII, un anciano regordete y bajito que al sentarse mostraba los pantalones debajo de las vestiduras sagradas. ¡Y ese hombre rústico nos trajo la renovación de la Iglesia!
Rodeado de estudiantes deslumbrantemente brillantes, no estaba seguro de que pudiera terminar el grado. Sin embargo, recordando la frase de Edison de que el genio contiene un 99 por ciento de transpiración, descubrí un prosaico secreto hacia el éxito. Yo podría trabajar más duro que la mayoría de ellos
Hay que tener un marido prosaico y tomar un amante romántico.
Cuando nuestro espíritu alcanza cierto grado de cualidad que llamamos la conciencia sutil, ya no puede morir, en el sentido ordinario de la palabra.
Un libro ordinario no debe contener más que un tema; pero un buen libro debe contener un germen que se vaya desarrollando por sí mismo como una planta.
La impresión que tuve la primera vez que fui a Inglaterra es que, quitando las elites de las grandes ciudades y a Newton y Darwin, son unos bárbaros. Claro que eso es mucho quitar, pero los ritos antiguos, las familias comiendo un pedazo enorme de pierna de cordero, el modo de comportarse, el tipo burdo de trato... Y no digamos los alemanes.
Para dos intuitivos el lenguaje es un obstáculo, un burdo impedimento.
Para mí, escribir significa hacer un borrador tosco y pulirlo a lo largo de un período de tiempo considerable.
Si el hombre no debe ahogar sus sentimientos, tendrá entonces que practicar la amabilidad hacia los animales, ya que aquel que es cruel con los animales se vuelve tosco en su trato con los hombres. Se puede juzgar el corazón de un hombre por su trato a los animales
Me gustaría disculparme, retractarme y fustigarme a mí mismo públicamente hasta obtener el perdón de las personas a las que de manera involuntaria hubiese o hubiera podido ofender a través de mi personaje Torrente, un ser despreciable, mezquino, mal cristiano, mala persona, guarro, zafio y grasiento, con el que, insisto, una vez más, no comparto ninguna de sus opiniones o visiones del mundo.
Recuerdo que, a la muerte de Pío XII, nos decíamos: ¿quién podría alcanzar sus cotas de sublimidad y trascendencia? Entonces vino Juan XXIII, un anciano regordete y bajito que al sentarse mostraba los pantalones debajo de las vestiduras sagradas. ¡Y ese hombre rústico nos trajo la renovación de la Iglesia!
Solo el hombre prosaico se aferra todavía a la oscura y ponzoñosa superstición de que el mundo se acaba en la colina más cercana, su universo llega hasta la orilla del río, su humanidad queda encerrada en el estrecho círculo de aquellos que comparten su ciudad, sus puntos de vista o el color de su piel.
Rodeado de estudiantes deslumbrantemente brillantes, no estaba seguro de que pudiera terminar el grado. Sin embargo, recordando la frase de Edison de que el genio contiene un 99 por ciento de transpiración, descubrí un prosaico secreto hacia el éxito. Yo podría trabajar más duro que la mayoría de ellos