El egoísmo quizás sea un proyecto irrealizable para los humanos que hablan. En las decisiones que tomamos, nos perjudicamos a nosotros mismos como esas aves rapaces que quiebran los huevos de su nido. ¿De qué vale la fórmula cada uno para sí, si cada uno se odia?
¿Acaso el destino preservaba mi razón sólo para arrastrarme irresistiblemente a un final más horrible e impensable de lo que haya podido soñar nadie?
La realidad es impensable sin un sujeto que experimente, sin un yo. Es el producto del mundo exterior, del emisor y de un receptor, de un en cuya mismidad más íntima se vuelven conscientes las irradiaciones del mundo exterior registrad por las antenas de los órganos sensoriales. Si falta uno de los polos no se concreta ninguna realidad no resuena música de radio, la pantalla queda vacía.
Era pasada la medianoche. La ciudad, tan llena de gente e intransitable durante el día, estaba silenciosa y vacía.
Para reducir lo infinito a lo finito, lo inasequible a lo humanamente real, no hay más que un camino: la concentración