Incluso en el hipódromo veo correr a los caballos y me parece que no tiene sentido.
De pronto recordé que había soñado con eso: Un laberinto asfixiante en el que por más que caminara siempre estaba en el mismo lugar. Algo me atrajo, quizá la incertidumbre o mi propio miedo, y me largué a correr hacia cualquier parte.
El tiempo hace surgir nuevos escollos, cuya existencia nunca creímos posible; no hay que considerar segura la victoria hasta que el combate no haya tocado a su fin.
Resulta difícil imaginar como de este estado enfermizo puede surgir algo tan vital, ese canto de amor a la vida que son las palabras del Zaratustra.
¡Que ninguna de las mejoras sociales conseguidas por los obreros queden sobre el papel sin surtir efectos, y se conviertan en realidad!