Quien viaja en un tren y sigue con su carga sobre la cabeza está loco. Si la baja, descubrirá que esa carga también llega a destino. De un modo parecido, no adoptemos la pose de quienes ejecutan la acción: entreguémonos a la fuerza que nos guía.
Este Estado no debe ser un poder sin cultura y una fuerza sin belleza, pues aún el armar a un pueblo es moralmente justificado sólo si es escudo y espada de una misión superior