Mordemos algunas masas y observamos sin mucho entusiasmo el tubo de dentífrico que nos han obsequiado; es como si Margarita me adivinara el pensamiento, porque, apenas nos miramos a los ojos, sonreímos.
El monstruo había huido por el caño de desagüe, también como los gatos o como los presidiarios, que serían capaces de escalar el cielo valiéndose de un caño de lluvia.
El que mejor tiraba caño era el Coco Rosl. Un día fui a su casa y me tiró un caño con una tortuga.