–Ja. Estoy siendo estúpido. ¿Dónde está el dinero? –¿Perdón, comandante? –Eso es lo que mi viejo sargento solía decir cuando estaba confundido, señor. Descubre dónde está el dinero y ya tienes la mitad del problema resuelto.
La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer.
Los hombres se parecen a esos relojes de cuerda que andan sin saber por qué. Cada vez que se engendra un hombre y se le hace venir al mundo, se da cuerda de nuevo al reloj de la vida humana, para que repita una vez más su rancio sonsonete gastado de eterna caja de música, frase por frase, tiempo por tiempo, con variaciones apenas imperceptibles.
Si quieres vivir mucho, guarda un poco de vino rancio y un amigo viejo.
Por la lentitud y el tamaño, era una cucaracha muy vieja. En mi arcaico horror por las cucarachas aprendí a adivinar, aún a la distancia, sus edades y peligros; incluso sin haber encarado nunca realmente a una cucaracha conocía sus procesos de existencia.
Aunque entonces tenía yo solamente quince años y no podía juzgar sobre mi verdadera fuerza, o, por mejor decir, debilidad, me resultaba bien claro que no debía envanecerme demasiado por este éxito, ya que mi adversario -un señor anciano y muy simpático- carecía de toda ambición de lucha y, lo que era peor, de verdadera clase de ajedrecista.
Un anciano se asemeja a un libro cuyo forro ha sido roido por el tiempo y que algún día debe aparecer de nuevo, revisado y corregido por su autor.
A lo largo de la juventud pensamos amar, pero sólo cuando hemos envejecido en compañía de otro conocemos la fuerza del amor.
Durante la juventud creemos amar; pero sólo cuando hemos envejecido en compañía de otro, conocemos la fuerza del amor