Me sentía desnudo en un extraño mundo. Experimenté lo que quizá experimenta un pájaro en el aire claro, cuando sabe que el gavilán vuela y quiere precipitarse sobre él. Mi pavor se tornaba frenético.
Como de gavilán pasó tu sombra, rápida por el suelo de mi alma; y te reconocí y estremecíme, que es gloria verte aun sólo de pasada, aun sólo en sombra rápida.
Pero, compréndelo, si se pierde un hijo, siempre es posible tener otro; en cambio, sólo existe un halcón maltés.
A usted no la creímos, creímos a sus 200 dólares. Nos pagó más que si hubiese dicho la verdad y lo bastante más como para que no importara. (Humphrey Bogart en la película El halcón maltés.)1