Sólo hay una cosa que define una acción como buena o mala: si aumenta la cantidad de amor en el mundo, es buena. Si separa a las personas y crea animosidad entre ellas, es mala
En nuestro tiempo, entre comunistas y fascistas, hay una gran sinpatía por los burócratas y un fondo de animosidad contra los que no lo son.
No le gusta el deporte, máxime porque su padre le transmitió su propia antipatía por el ejercicio físico, el cual no es a sus ojos sino una pura pérdida de tiempo y sobre todo de dinero.
Sí la religión en general abriga con respecto a la ciencia antipatía y temor, el cristianismo en particular es el adversario declarado de toda civilización que tenga por objeto aprovechar los recursos de la vida terrestre y hacer que el espíritu descienda hasta las condiciones de esta vida.
El llamado ejercicio del poder se parece mucho al ejercicio funámbulo de la cuerda floja, es una angustia que no cesa, la esperanza de un futuro mejor que no existe, un presente ahogado entre el escozor de ayer y la incertidumbre de mañana.
Ligera es la pesadumbre que puede admitir consejo.
No hay cuestión ni pesadumbre que sepa amigo, nadar; todas se ahogan en vino, todas se atascan de pan.
Y el rey colorado de barba de acero, su padre, la llama con queja amorosa; y un llanto de fiera, un llanto sincero se pierde en la duna de Islandia brumosa.
Existen dos tipos de lenguajes de programación: por un lado, aquellos de los que la gente se queja todo el rato; por otro, los que nadie utiliza.
Veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje las hieles o la miel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
¿Cómo puedo imaginar una sociedad y mutua correspondencia de deberes sociales entre el hombre que gasta un millón al año y el hombre que no tiene la seguridad de comer pan cada día, una mísera cantidad de pan amasado con hiel y lágrimas?
En vano escarba el soñador en sus viejos sueños, como si fueran ceniza en la que busca algún rescoldo para reavivar la fantasía, para recalentar con nuevo fuego su enfriado corazón y resucitar en él una vez más lo que antes había amado tanto, lo que conmovía el alma, lo que enardecía la sangre, lo que arrancaba lágrimas de los ojos y cautivaba con espléndido hechizo.
Ella ofrece su mejilla como cuando él le llevó las rosas y él se quita el sombrero y la besa en las dos. Cuando se aleja, después de verla entrar, se lleva consigo una suavidad en los labios, un roce de cabellos en su frente, un sereno perfil en su memoria.
El cuerpo leve de animal al roce será fecundo cuando las manos de este tiempo hagan de sed en propiedad de sed a los dos cuerpos.
¿Qué estás haciendo tú? ¿Qué estoy haciendo yo? Subastando en el mercado, besos tan improvisados, con despecho al portador ¿Qué estás haciendo tú? ¿Qué estoy haciendo yo? Malgastando en cualquier cama lo que se nos dé la gana, para vengarnos de los dos
Espérame y volveré a despecho de mil muertes. Los que no me esperaban quizá dirán: Tuvo suerte. Ellos no comprenderán que en el rigor del combate tu esperar me salvó. Mas cómo sobreviví, sólo tú y yo lo sabremos, pero tú supiste esperar como nadie esperó.