A mí no me importa quién está en el gobierno, yo digo lo que tengo que decir. Si hace las cosas bien, no tengo que aplaudirlo porque para eso está. Yo critico lo mal que hace. Muchos me dicen que vivo tirando la bronca y que no veo lo positivo. Los que gobiernan se postularon para eso y tienen que hacerlo.
Vivir es cambiar... ¡dale paso al progreso que es fatal! ¡Chau, no va más!... Simplemente, la vida seguirá. ¡Qué bronca sentir todavía el ayer y dejarte partir sin llorar!
La coerción sobre los ciudadanos es la esencia misma del gobierno, pero sólo es legítima esa coerción cuando se trata de proteger los derechos de todos.
La sociedad es tan tiránica como el Estado, si no más. Esto es porque entre la coerción estatal y la coerción social no hay más que una diferencia de grado.
El pasado es siempre una reprimenda hasta la actualidad.
El proceso cultural es un proceso de domesticación que no puede llevarse a cabo sin rebeldía por parte de la naturaleza animal, ansiosa de libertad.
Virtualmente, cada gran avance tecnológico en la historia de la especie humana, desde el invento de las herramientas de piedra y la domesticación del fuego, han sido éticamente ambiguos.