...Nunca reconoceremos por gobierno legitimo de nuestra patria, sino aquel que sea elegido por la libre y espontánea voluntad del pueblo; y siendo el sistema republicano el mas adaptable al gobierno de las Américas, propondremos, por cuantos medios estén a nuestro alcance, a que los pueblos se decidan por él...
La civilización terrena posee una civilización extraviada. Ella fue superior a las que le siguieron. El hombre de aquel entonces fue adaptable al gran calor terráqueo, como al gran frío de origen. Él fue electromagnético, supo regirse por las altas matemáticas y ciencias astrales. Aún este hombre magnético mora el helado Plutón, pues como se dijo él es adaptable
La música es un amante dócil y obediente que se somete a todos los caprichos, como la odalisca que para complacer a su señor le ciñe el cuello con el collar divino de sus brazos, o guarda reposa en actitud discreta refrescando la atmósfera con su abanico.
Es innato en las personas y debes comprender que desear, que sentir, no es malo. Forma parte de tu yo sexual. Tu yo de ir por casa, tu yo formal, apagará tu yo sexual, lo hará dócil a ojos de la sociedad, presentable
Pasó un ministro del emperador y le dijo a Diógenes: ¡Ay, Diógenes! Si aprendieras a ser más sumiso y a adular más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas. Diógenes contestó: Si tú aprendieras a comer lentejas no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador
El ciudadano ha de ser ciudadano rebelde y crítico, no puede ser un ciudadano sumiso ni servil
Si al imán de tus gracias, atractivo, sirve mi pecho de obediente acero, ¿para qué me enamoras lisonjero si has de burlarme luego fugitivo?
El príncipe puede matar un millar de dragones, pero no puede destruir castillos o destronar reyes. No va con su carácter. Es un hijo obediente que trata, ¡Ay de él!, de ser digno del hombre al que llama su padre.
Fenómenos inexplicables acaecerán en la atmósfera y la Tierra en el final de finales. La ciencia se encontrará corta y pequeña. Ante ellos callará en reservas. El hombre más dúctil comprenderá que es allegado el grande instante de la advertencia, pero aguardará en confianzas. Voces de orantes gritarán: Es ya el Cataclismo, llega ya el fuego de los cien fuegos. Orad
No puedes actuar en una manera inconsistente con la forma en que te ves a ti mismo.
Una especie de rigidez monacal destacaba la expresión de su semblante. Nada triste o tierno ablandaba aquella mirada pálida. En el trato con los animales, había adquirido su mutismo y su placidez.
Él que sobre todas las cosas amaba la muerte, y que quizá sólo amaba a la muerte, amó y vivió con deliberada y pervertida curiosidad, tal y como ama un enamorado que deliberadamente se reprime ante el prodigioso cuerpo complaciente, dispuesto y tierno de su amada, hasta que no puede soportarlo y entonces se lanza, se arroja, renunciando a todo, ahogándose.
Anhelaba las aguas profundas. Me presionaron hasta convertirme en una modosa sardina conformista cuya espina dorsal fue pareciéndose a la de las otras, suave y lacia como un aborto de lombriz.
Tomen sobre sí mi yugo y aprendan de mí, porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga es ligera
Todo lo que pudo visualizar fueron visiones fugaces de rasgos sin relación entre sí: el contorno suave de sus pómulos en el sol, la ambarina oscuridad de sus ojos vivos, sus labios en forma de sonrisa amistosa que siempre estaban prontos a cambiarse en un beso ardiente.
Al suave viento del Este, colgado de la robusta rama de un roble, un gran duque que se había ahorcado agitaba los pies luchando por abandonar el reino de la absoluta certidumbre. Los idealistas descansaban tiesos en sus tumbas, implacable realidad. Qué cruel y afilada es mi pluma.