No; no es por un crimen por lo que nos condenáis a muerte; es por lo que se ha dicho en todos los tonos, es por la anarquía; y puesto que es por nuestros principios por lo que nos condenáis, yo grito sin temor: ¡soy anarquista!
Puede decirse que el grito de la historia nace con nosotros y que es uno de nuestros dones más importantes. En cierto sentido somos históricos todos los hombres.