Vale más ser completamente engañado, que abrigar la menor sospecha.
No somos gente sencilla que cree en la felicidad, ni alfeñiques que caen a tierra desolados ante el primer revés, ni escépticos que observan el esfuerzo sangriento de la marcha de la humanidad desde las alturas de una inteligencia burlesca y estéril. Creyendo en la lucha, aunque sin abrigar ninguna ilusión al respecto, estamos armados contra toda desilusión.
Gastamos en nuestras pasiones el doble del tejido que se nos ha dado para arropar nuestra felicidad