Dirán que pasó de moda la locura, dirán que la gente es mala y no merece, más yo seguiré soñando travesuras. Acaso multiplicar panes y peces
Pero yo estaba pensando una manera de multiplicar por diez, y siempre, en la respuesta, obtener de nuevo el problema.
Es lo que sé de la crueldad de la paciencia. No hay paciencia más terrible que la paciencia de las trastornadas. He visto a dementes afanarse en tareas interminables: trasvasar arena de una taza perforada a otra, contar las puntadas de un vestido raído o las motas en un rayo de sol, rellenar con las sumas resultantes libros invisibles de contabilidad.
¿Vale la pena afanarse durante veinte años para llegar a la duda, que crece por sí misma en todas las cabezas inteligentes?
El que quiere interesar a los demás tiene que provocarlos.
El hombre necesita a cada paso de la ayuda de sus semejantes, y es inútil que la espere tan sólo de su benevolencia: le será más fácil obtenerla si puede interesar en su favor el amor propio de aquellos a quienes recurre y hacerles ver que lo que les pide.
La única libertad que merece ese nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o le impidamos esforzarse por conseguirlo.
¿He de preocuparme por el lugar en que me halle o por los compañeros que tenga o por lo que ellos digan de mí? De ninguna manera. Por el contrario, ¿no deberá esforzarse todo mi ser por seguir a Dios, sus leyes y mandamientos?.
Fuera lucía ese cielo resplandeciente tan característico de Estambul en los días de primavera. En las calles el calor hacía sudar a los estambulíes, que aún no se habían librado de los hábitos del invierno, pero en el interior de las casas, en las tiendas y a la sombra de los tilos y los castaños seguía haciendo fresco.
No estoy sudando durante tres horas todos los días solo para saber que es lo que se siente sudar