¿Qué ve el ciego, aunque se le ponga una lámpara en la mano?
Tuve miedo como no lo he tenido jamás, pero no quise que mi madre y mis hermanas me creyesen cobarde, y permanecí inmóvil en medio del presbiterio, con los ojos fijos en la puerta entreabierta. La luz de la lámpara oscilaba. En lo alto mecíase la cortina de un ventanal, y las nubes pasaban sobre la luna, y las estrellas se encendían y se apagaban como nuestras vidas.
Por lo general tengo un pie en la realidad y otro en la imaginación. Mi realidad necesita imaginación como un bombillo necesita un interruptor; mi imaginación necesita la realidad como un ciego necesita un bastón.
Por vasto y absorbente que sea el orden de la naturaleza es el objeto de un alma que lo concibe racionalmente.
Dame la ternura desde el sueño, dame ese cucurucho de sorbete que tenéis en la sonrisa, dame esa lenta caricia de tu mano. Yo te daré pájaros que cantaran tu nombre desde lo más alto de los arboles.