Aún queda el recuerdo de la biblia arrojada por Atahualpa que determinaría su sentencia a muerte, y con él, el recuerdo de toda una civilización indígena obligada a aceptar la cruz y la espada como elementos de vida a seguir...
En los más ilustres y gloriosos capitanes y emperadores del mundo, el estudio y la guerra han conservado la vecindad, y la arte militar se ha confederado con la lección. No ha desdeñado en tales ánimos la espada a la pluma. Docto símbolo de esta verdad es la saeta: con la pluma vuela el hierro que ha de herir.