Yo vivo a pie de página, soy una breve nota o menos, una referencia inexplicable, consonantes las iniciales, ni una imagen que de una pista, sólo flota en hoja de papel a punto, ausencia de puntuación, y afuera la vorágine.
Si el agua es poco profunda no puede sostener un barco; pero el agua de un tazón volcada en un pequeño hoyo puede hacer un barco de una simple hoja de hierba.
No figuraba nombre alguno en la puerta, sólo una foto prendida con unas chinchetas y con los cantos doblados, que representaba el cuerpo sin vida de Manuel Montoliu, ex matador de toros reciclado a peón después de que un animal llamado Cubatisto le abriera el corazón como un libro el 1 de mayo de 1992: Ferrer dio dos ligeros golpes sobre aquella foto.
Y así tenga sabido, que lo importante y raro no es entender de todo, sino ser diestro en algo.
La fiesta de los toros está montada en esencia sobre la tortura pública de un animal, y, por muchos pases pintureros que el diestro pegue vestido de sota de espadas, nunca podrá ocultar la degradación que late bajo la supuesta belleza de una verónica.
Como una flecha vuela el corcel de mis ensueños. Lúgubre, un cuervo grazna por detrás. ¡Adelante, mi corcel, no pienses nada! ¡Adelante! ¡Dispersa al viento todas tus ideas!
La mariposa, en cambio, salta del capullo en el instante mismo de su transfiguración en que como una flecha de nacimiento abre los ocelos de sus alas a la luz.