Dicen que el cuerpo es como el armario donde se guarda el alma. Está bien. Sin embargo, a veces, el alma es tan grande que el cuerpo, como grano de anís, se guarda en el alma.
Una vez logré esconder una de esas mismas cápsulas rojas bajo la lengua, hice ver que me la tragaba y después la abrí en el armario de las escobas. Por un instante, antes de que todo se convirtiera en polvillo blanco, logré ver que contenía un elemento electrónico en miniatura.
Cerca del escaparate brillaba una tortuga gigante con joyas incrustadas en el caparazón.
Amo mi vida y estoy contento con ella. No necesito que se le aplique una capa de dorado. Yo no concibo una vida sin secretos y sin purificaciones, una vida brillantemente reflejada en el espejo de un escaparate de exposición.
Me causa tristeza que una vez más se use Sevilla como un escaparate de la feria de las vanidades cuando hay ocho poblados chabolistas en la ciudad
Cerca del escaparate brillaba una tortuga gigante con joyas incrustadas en el caparazón.