El ser humano amenaza con hacer precisamente lo que de otro modo casi nunca les sucede a los sistemas vivos, es decir: sofocarse a sí mismo.
Durante el período de carencia, el adicto es extremadamente consciente de su entorno. Las impresiones sensitivas se intensifican hasta llegar a convertirse en alucinaciones. Los objetos familiares parecen agitarse con una vida furtiva y temblorosa
En el campo hace falta agitarse para saber la hora; el estómago es nuestro mejor reloj.
El ser humano amenaza con hacer precisamente lo que de otro modo casi nunca les sucede a los sistemas vivos, es decir: sofocarse a sí mismo.
El ser humano amenaza con hacer precisamente lo que de otro modo casi nunca les sucede a los sistemas vivos, es decir: sofocarse a sí mismo.
Durante el período de carencia, el adicto es extremadamente consciente de su entorno. Las impresiones sensitivas se intensifican hasta llegar a convertirse en alucinaciones. Los objetos familiares parecen agitarse con una vida furtiva y temblorosa
En el campo hace falta agitarse para saber la hora; el estómago es nuestro mejor reloj.
El ser humano amenaza con hacer precisamente lo que de otro modo casi nunca les sucede a los sistemas vivos, es decir: sofocarse a sí mismo.