Cuando nos vemos al borde del abismo y parece que Dios nos ha abandonado, ya no vacilamos en esperar de él un milagro.
Estoy más convencido que nadie del profundo abismo que existe entre el hombre y las bestias porque sólo él posee el don del habla racional e inteligible que nos eleva muy por encima del nivel de nuestros humildes semejantes