Un día, de repente, una voz desde adentro: ¿qué estoy haciendo con mi vida? ¿Es esto para lo que estoy acá, para ser un delincuente? Entonces dejé todo lo que estaba haciendo mal: paré con el alcohol, las drogas y cualquier otro tipo de exceso. Desde entonces la única clave fue autodisciplina del ego.
¡Ay, corazón, cómo has mentido a un caballo que no se cansa de los vientos! Ve despacio para que completemos este último abrazo y nos prosternemos. Ve despacio... despacio, para que sepa si eres mi corazón o su voz cuando ella grita: tómame.
El comentario conjura el azar del discurso al tenerlo en cuenta: permite decir otra cosa aparte del texto mismo, pero con la condición de que sea ese mismo texto el que se diga, y en cierta forma, el que se realice.
Se ha convertido casi en un comentario cliché, que nadie hoy en día alardea de ser un ignorante en literatura, pero es aceptable socialmente alardear de ignorar la ciencia y afirmar orgulloso que se es un incompetente en matemáticas.
Para evitar el daño irreparable, el presupuesto debe balancearse lo antes posible y no sólo en cuestiones superficiales. El equilibrio debe conseguirse mediante el recorte del gasto imprudente y no mediante la subida de la carga impositiva que ya se encuentra socavando los incentivos y la producción.
La crisis pasará, por supuesto, pero lo hará a costa del sufrimiento de todos nosotros, porque con la mitad del dinero que se pretende inyectar para que un banco esté lleno, se podría evitar el recorte en lo más importante que hay: la educación y la sanidad.