El cesto de la basura es el primer mueble en el estudio del escritor.
Como el mueble y la tela, tu desnudo ya no tenía imponencia bajo el aire, bajo el alma, bajo nuestras almas. Nosotros ya no entendíamos de aquello. Era el suelo de un ámbito celeste, imponderable. Éramos transparencias altísimas, calientes.
En la mujer, el orgullo es a menudo el móvil del amor.
Siendo Dios el móvil supremo de nuestras acciones, practicamos el bien sin coacción de ninguna especie. Lejos de eso, si mandamos, lo hacemos por amor a la justicia, y si nos toca obedecer, obedecemos por amor a la autoridad. En uno y otro caso el respeto y amor de Dios es el fin de nuestra obra.
Entre cada punto del cuerpo social, entre un hombre y una mujer, en una familia, entre un maestro y su alumno, entre el que sabe y el que no sabe, pasan relaciones de poder que no son la proyección pura y simple del gran poder del soberano sobre los individuos; son más bien el suelo movedizo y concreto sobre el que ese poder se incardina, las condiciones de posibilidad de su funcionamiento.
Es voluble la lengua de los hombres, y de ella salen razones de todas clases; hállanse muchas palabras acá y allá, y cual hablares, tal oirás la respuesta. Mas ¿qué necesidad tenemos de altercar, disputando e injuriándonos, como mujeres irritadas, las cuales, movidas por el roedor encono, salen a la calle y se zahieren diciendo muchas cosas, verdaderas unas y falsas otras, que la cólera les dicta?
La mujer es siempre voluble y mudable.
Amistad nunca mudable por el tiempo o la distancia, no sujeta a la inconstancia del capricho o del azar, sino afecto siempre lleno de tiernísimo cariño, tan puro como el de un niño, tan inmenso como el mar.