Un ahorrador es un imbécil que inmoviliza mil francos para ganar cinco, e ignora cuántas cosas bellas se pueden hacer con mil francos.
Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad.
Cuando nuestro espíritu alcanza cierto grado de cualidad que llamamos la conciencia sutil, ya no puede morir, en el sentido ordinario de la palabra.
No hay otra forma de arte que vaya más allá del conocimiento ordinario como lo hace el cine, directo a nuestras emociones, profundamente al cuarto oscuro del alma