Con un brazo me mantiene sujeta, pegada a él, y con los dedos de la otra mano me recorre suavemente la cara para asegurarse de que no me he hecho daño. Su pulgar me roza el labio inferior y contiene la respiración. Me mira fijamente a los ojos, y por un momento, o quizá durante una eternidad, le sostengo la mirada inquieta y ardiente, pero al final centro la atención en su bonita boca.
Y nos quedamos mirándonos el uno al otro, la atmósfera entre nosotros se carga, prácticamente crepitando, sin decir nada, sólo mirando. Muerdo mi labio mientras el deseo por este hermoso hombre se apodera de mí con venganza, encendiendo mi sangre, haciendo mi respiración poco profunda, agrupándose bajo mi cintura. Veo mis reacciones reflejadas es su postura, en sus ojos.
La adición de sonido a las películas sería como ponerle lápiz labial a la Venus de Milo.