... es preciso combatir la mortal confabulación de la rutina y la pereza. Y mantener, como una rebelde y creadora forma de vida, la clara decisión de no acostumbrarse.
El placer y la alegría del hombre radica en aplastar al rebelde y conquistar al enemigo, en arrancarlo de raíz, y tomar de él todo lo que tiene
Los autores hablaban de las hormonas de la felicidad y de cómo una flotaba sobre una nube rosa al tener a su hijo en los brazos y, por supuesto, sentía un amor absolutamente subversivo por aquella pequeña criatura nada más verla.
Mientras el trabajo se percibía como una alienación cabía hacerle desempeñar un papel subversivo (...) Pero en nuestra nueva logística de interacción hombre-máquina ya no hay tal trabajo. el hombre y la máquina están en interfaz. Ya no existe un sujeto del trabajo.
Soy el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y usted un vulgar faccioso que usa sus armas y sus soldados desleales para violar la ley.
Con frecuencia, un perezoso es un rebelde sublevado ante la idea de estar toda la vida atado a un banco, trabajando para dar placeres al patrón, al que sabe más estúpido y sin más razón que la de haber nacido en un palacio en vez de un cuartucho
El secreto del agitador es hacerse tan estúpido como lo son sus oyentes con el objeto de que éstos crean que son tan listos como él.
Todo lo miserable, lo sufre que de sí mismo, lo atormentado por malos sentimientos, el entero mundo-ghetto del alma, ¡de un golpe, encumbrado! — Basta leer a cualquier agitador cristiano, a San Agustín, por ejemplo, para comprender, para oler qué sucia pandilla se encumbró de ese modo.
No hay revolucionario que en un momento dado no sea conservador.
Un poeta revolucionario es un hombre que actúa: no debe únicamente reflejar el alma de su pueblo, sino que debe darle una dirección.