Pues el hombre no es una máquina, y se atrofia cuando no se le da la oportunidad de formarse con independencia y se le niega la libertad de juzgar por sí mismo.
Creer en la inmortalidad del alma, es decir, estar persuadidos de la existencia de algo de lo cual es imposible formarse alguna noción real, es creer en palabras sin poderlas relacionar con algún sentido; afirmar que una cosa es tal y como la decimos es el colmo de la locura y de la vanidad.