La esclavitud más denigrante es la de ser esclavo de uno mismo.
No deja de ser humillante para una persona de ingenio, saber que no hay tonto que no le pueda enseñar algo.
Es humillante la corona adquirida por el hecho de haber nacido; al lograr el honor en virtud del propio esfuerzo, introducimos en nuestra existencia la lógica, la unidad indispensable a los bellos destinos.