La imagen de yeso retumbó por el golpe sobre su antiguo pie (Ayax Locro).
Saliste corriendo a la calle, llevando tiza de color, y dibujaste en el muro, un sol, un tren y el rostro de la felicidad.
Nada me complacía tanto como leer o escuchar horribles historias de genios, brujas y duendes; pero, por encima de todas las escalofriantes apariciones, prefería la del Hombre de Arena que dibujaba con tiza y carbón en las mesas, en los armarios y en las paredes bajo las formas más espantosas.