Cuando un hombre está en el poder, necesita el consejo, el apoyo, el cariño y el aliento de sus gobernados, que han de ser sus amigos, no sus vasallos.
Ella me escuchaba con ansia; parecía devorar mis palabras mientras yo hablaba elogiosamente de ti y sus ojos me agradecían mi cariño hacia su hermano. Por último, mis constantes e incansables atenciones me conquistaron su corazón y con dificultad logré obligarla a confesar que me amaba. Pero, cuando le propuse que nos fuésemos del castillo de Lindenberg, rechazó el proyecto en forma terminante.