A tresientas et setenta leguas de las islas del Cabo Verde, hacia la parte del poniente
Flores rojas de ciruelo; el sol poniente ataca pinos y robles.
En verdad te digo, no era una carta, sino un jardín de rosas adornado con jacintos y flores. Contenía la dulce fragancia del paraíso, y el céfiro del Amor Divino emanó de sus floridas palabras.