Pero ni aun así adquirió el difunto un aspecto púdico y decente: era un muerto de carnaval, ni siquiera mostraba sangre de bala o de puñalada corriéndole por el pecho que pudiera rescatarlo de su condición de mascarita.
Bajo esta máscara hay algo más que carne y hueso, bajo esta máscara hay unos ideales señor Creedy, y los ideales son a prueba de bala