Ven a mi sueño, dulce encantada, y en esta idéntica soledad que hoy nos abisma, sigamos deshilvanando juntas en una morada del corazón el ovillo temible del presagio.
El espíritu lleva en sí mismo su propia morada y puede llegar en sí mismo a hacer un cielo del infierno o un infierno del cielo.